(Con
un
suspiro de disgusto, vuelve a recostarse en el pasamanos. Pausa.
Urbano
llega
al primer rellano. Viste traje azul mahón. Es un muchacho fuerte y
moreno, de fisonomía ruda, pero expresiva: un proletario. Fernando
lo
mira avanzar en silencio. Urbano
comienza
a subir la escalera y se detiene al verle).
Urbano:
¡Hola!
¿Qué haces ahí?
Fernando:
Hola,
Urbano. Nada.
Urbano:
Tienes
cara de enfado.
Fernando:
No
es nada.
Urbano:
Baja
al «casinillo». (Señalando
el hueco de la ventana) Te
invito a un cigarro. (Pausa)
¡Baja,
hombre! (Fernando
empieza a bajar sin prisa) Algo
te pasa. (Sacando
la
petaca)
¿No
se puede saber?
Fernando:
(Que
ha llegado) Nada,
lo de siempre... (Se
recuestan en la pared del «casinillo». Mientras hacen los pitillos)
¡Que
estoy harto de todo esto!
Urbano:
(Riendo)
Eso
es ya muy viejo. Creí que te ocurría algo.
Fernando:
Puedes
reírte. Pero te aseguro que no sé cómo aguanto. (Breve
pausa) En
fin, ¡para qué hablar! ¿Qué hay por tu fábrica?
Urbano:
¡Muchas
cosas! Desde la última huelga de metalúrgicos la gente se sindica a
toda
prisa.
A ver cuándo nos imitáis los dependientes.
Fernando:
No
me interesan esas cosas.
Urbano:
Porque
eres tonto. No sé de qué te sirve tanta lectura.
Fernando:
¿Me
quieres decir lo que sacáis en limpio de esos líos?
Urbano:
Fernando,
eres un desgraciado. Y lo peor es que no lo sabes. Los pobres diablos
como
nosotros nunca lograremos mejorar de vida sin la ayuda mutua. Y eso
es el
sindicato.
¡Solidaridad! Esa es nuestra palabra. Y sería la tuya si te dieses
cuenta de
que
no eres más que un triste hortera. ¡Pero como te crees un marqués!
Fernando:
No
me creo nada. Sólo quiero subir. ¿Comprendes? ¡Subir! Y dejar toda
esta sordidez en que vivimos.
Urbano:
Y
a los demás que los parta un rayo.
Fernando:
¿Qué
tengo yo que ver con los demás? Nadie hace nada por nadie. Y
vosotros os
metéis
en el sindicato porque no tenéis arranque para subir solos. Pero ese
no es
camino
para mí. Yo sé que puedo subir y subiré solo.
Urbano:
¿Se
puede uno reír?
Fernando:
Haz
lo que te de la gana.
Urbano:
(Sonriendo)
Escucha,
papanatas. Para subir solo, como dices, tendrías que trabajar
todos
los días diez horas en la papelería; no podrías faltar nunca, como
has hecho hoy...
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